3/7/09

Imágenes históricas carnavalescas

Ensayos bibliográficos. Alumnos Seminario Historia I: Historia Cultural desde la Imagen. UAM-I, 09-I

Julio Caro Baroja, El carnaval (análisis histórico cultural). Madrid, Alianza, 2006.

Por: Juan Manuel Vergara Muñoz



El trabajo realizado por Julio Caro Baroja está dirigido al análisis cultural, social y etimológico de las fiestas del carnaval en la Península Ibérica.
Está enfocado a elaborar una crítica hacia aquellos estudios -entre ellos: antropológicos, etnológicos, folcloristas, lingüísticos, etc.- que retoman ideas de los clásicos, o que creen que el carnaval simplemente tiene orígenes paganos o cristianos; ya que ambos elementos fueron interactuando a lo largo del tiempo para formar lentamente lo que es -o fue, como Caro Baroja considera- el Carnaval.
Se pueden distinguir en su trabajo de crítica tres elementos básicos en los cuales apoya su argumentación: 1) la naturaleza, especialmente enfocada al tiempo, ya que ubica al carnaval dentro de algún momento de la organización de este elemento. Este a su vez será generador de sentimientos, emociones o pasiones, por ejemplo, las festividades del tiempo de cosechas o referentes a la fertilidad.
2) El hombre, puesto que aquél será considerado como el que organiza el tiempo, lo definirá para explicar o controlar su vida, a través de esto el hombre percibirá sentimientos o pasiones y experimentará diversas situaciones a lo largo de su existencia. Posteriormente, Caro Baroja considera que aquel bagaje desarrollado será transmitido o expresado de alguna forma. 3) Finalmente, la sociedad, será la encargada de mantener, tolerar (coexistencia) o rechazar (contradicción) los pensamientos, creencias, ideas, etc.; ya sea de individuos o grupos que componen a la sociedad.
En cuanto a su crítica, destacan los siguientes puntos como eje de su obra: la crítica hacia el uso del pensamiento clásico para definir conceptos y elaborar explicaciones; la falta de observación hacia las contradicciones y coexistencias en una sociedad, pues esta dinámica está presente en el desarrollo de los carnavales; el planteamiento de interpretaciones mediante la abstracción y a la idea de las supervivencias que es muy trabajada por los antropólogos, etnólogos, folcloristas, etc.
Ya en la parte final –el segundo capítulo, que es el que me corresponde analizar- Caro Baroja se enfoca a tratar de precisar, en la medida de lo posible, el origen de la palabra carnaval.
En primer lugar, la crítica hacia las definiciones clásicas del tiempo está argumentada mediante el rechazo a la idea de que el tiempo es aquél que está definido de acuerdo al funcionamiento del mundo y en torno al curso del sol y la luna ; pues Caro Baroja piensa que el tiempo es más que aquellas definiciones que sólo explican o controlan el funcionamiento de la vida de los seres humanos.
Para validar esta explicación se apoya en la concepción de los pueblos de Oriente antiguo acerca del tiempo; ya que la canaliza hacia la explicación de que el carnaval es un producto de las características cualitativas y concretas del tiempo porque se fijan etapas que ocasionan un sentimiento en el ser humano y este las expresa en sus ceremonias realizadas en algún momento específico del año.
Además, partiendo de las características del tiempo, el hombre lo considera como una parte de su historia y devenir y mediante esto procura ajustarla a través de ritos: “Muerte y vida, alegría y tristeza, desolación y esplendor, frío y calor, todo queda dentro de este tiempo cargado de cualidades y hechos concretos.”
Respecto de la abstracción, hay una indicación importante dirigida especialmente a los folcloristas, ya que trata de mostrarles que más que la abstracción de procesos sociales, es importante observar el campo de estudio con un panorama mucho más amplio, por ejemplo, confrontando los elementos de análisis abstraídos con alguna información empírica, o de ser posible, vivir y entender de ello el suceso. Es necesario además observar los fenómenos como un proceso social para comprenderlo y así explicar más adecuadamente el carnaval.
A través de la aplicación de esta propuesta, el autor logra desprender algunos elementos importantes de análisis para el carnaval: emociones, pasiones, ideas e incluso necesidades psicológicas o deseos inherentes en el individuo y la colectividad, así como las formas en que la sociedad mantiene las viejas costumbres y adapta las nuevas para crear diferentes contextos.
Muy posiblemente, de la crítica que Caro Baroja hace a la abstracción aplicada a los estudios sobre el carnaval también se desprenda que la idea de las supervivencias –muy comúnmente promovida por arqueólogos, folcloristas, etnólogos e incluso historiadores de la religión- sirva para argumentar que el carnaval es el reflejo de un proceso social donde interactúa la coexistencia y la contradicción y por tanto, corta con la idea de las supervivencias declarando que lo que está con ese nombre pueden ser más bien fusiones, sincretismos, cambios u otra cosa producto de la difusión y la receptividad que caracteriza al individuo y a la sociedad. El carnaval, en conclusión –aunque muerto- , puede reflejar muchos intereses que se llegan a sintetizar formando un fondo único y común.
Por tanto, si el carnaval es el resultado de diversos procesos de síntesis cultural a través de procesos históricos-sociales, entonces: “…considerar al Carnaval como fiesta de ‘origen’ pagano es un tópico que repite la gente no letrada y a la vez es base de la que parten varios folkloristas y etnólogos.” Por lo tanto, Baroja da a entender que el carnaval no es de origen simplemente pagano, sino que hay más elementos sociales –no dice dónde; pero él cree que los hay-.
A partir de esta creencia, Caro Baroja comienza con un análisis lingüístico sobre el origen del carnaval. Comienza primero por la muy aceptada en el siglo XIX del currus navalis donde “…sería en un principio la fiesta del barco de Isis [diosa de la maternidad o fuerza fecundadora de la naturaleza.] paseando en pompa en el mes de marzo [da la casualidad de que es la entrada de la primavera y donde comienza la naturaleza a reponerse del invierno.].”
Posteriormente encuentra que dentro del italiano también hay otro posible origen: carr-navale, carnilivari, carnevale, carleve, carnelevale, carnale, carnelvale etc. Tal vez la palabra carnevale pasó a la península Ibérica.
A su vez, la palabra carnaval –española- está relacionada con las formas latinas de carnetollendas, antruejo, carnestoltes, carnestultas, carnes tolliendas. etc. (ss. XV-XVI).
De todos estos términos, parece que Caro Baroja no pudo precisar muy bien de dónde podía proceder la palabra carnaval; mucho menos corroborar que no tenía un origen pagano, pues, como se podrá apreciar, los meses de enero a marzo se le relacionan con la entrada de la primavera, el inicio de otro año y el comienzo del ciclo agrícola. Estas fiestas se fueron ligando con las creencias cristianas de la Cuaresma. Incluso llega a haber una contradicción: “En la época del carnaval, salían en los siglos XIV y XV muchos carros navales, es decir, carrozas que representaban barcos. Prueba del espíritu pagano censurado en Italia a través de los siglos.”
Como conclusión cabría decir que la obra de Julio Caro Baroja fue escrita en un ambiente donde los estudios del carnaval eran poco estudiados o quizá –por lo que deja ver el autor- faltaba enriquecerse de nuevas perspectivas y metodologías. Por lo que el resultado de su trabajo es interesante ya que permite mostrar la variedad de elementos culturales que deja ver el carnaval.
Por otra parte, creo que más que llegar a precisar los orígenes de la palabra carnaval, enriquece con nuevas palabras a analizar, muchos elementos culturales nuevos que denotan que esta fiesta es compleja sobre la que debe hacerse una reflexión cuidadosa.


Roger Chartier,
- Sociedad y escritura en la edad moderna. La cultura como apropiación, México, Instituto de investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1999.
• “Disciplina e invención: la fiesta” (pp. 19-36)

Por: Nahui Ollin Vázquez Mendoza


“A través de la fiesta, bajo la máscara y la gracia del lenguaje paródico, las distancias y las tensiones se pueden expresar y por consiguiente, según el caso, desactivarse o exacerbarse.” (Roger Chartier, 1999)


La fiesta como unidad de análisis, dentro de la historiografía contemporánea, presenta una serie de problemáticas. Con el paso de los años se han realizado una serie trabajos bajo un enfoque más encaminado hacia la antropología o la lingüística, pero pocos en el sentido estricto de la disciplina histórica. Esto principalmente debido a que se busca explicar en lo vivo el significado social de la fiesta, del lado de la antropología, y por el lado de la lingüística el tratar de esclarecer el significado de la palabra, asociada al carnaval; con ello identificar el valor social de la palabra en una determinada sociedad pretérita. Al tratar de abordar la fiesta desde una perspectiva histórica se enfrenta a la falta de fuentes que den cuenta de su significado social en un periodo determinado; así como la forma en que se representa en la práctica, lo que implica un estudio multidisciplinario por parte de la Historia. Siendo la Historia Cultural la respuesta a esta problemática, la cual retomando lo realizado por la antropología y la lingüística o como en el caso de este capítulo lo que se retoma de la sociología y la etnología, tratará de buscar metodologías que intenten dilucidar la problemática que gira entorno de la fiesta.
En este capítulo, inserto en una de las preocupaciones actuales de la historia [socio]cultural, Roger Chartier nos presenta a la fiesta como un elemento de representación social, y por ende digno de análisis, en la cual están amalgamados los elementos culturales, simbólicos y políticos además de los étnicos, religiosos y económicos. Esta interpretación nos permitirá contrastar una sociedad determinada, en su contexto histórico para poder identificar, analizar y explicar las divisiones culturales, tratando con ello de evitar las generalizaciones . Esto nos lleva a explicar lo que el autor entiende por cultura y en especial por cultura popular. En el primer caso difiere de lo que comúnmente era aceptado por la historiografía francesa, “que designa como cultura un dominio particular de producciones y prácticas, supuestamente distinto de otros niveles: el de lo económico o el de lo social.” (p. 14) Por lo tanto Chartier decide problematizar más; para intentar identificar las intersecciones y tensiones que constituyen cada una de esas formas e intentar con ello centrar “la atención sobre prácticas particulares, objetos específicos, usos determinados.” (p. 15) Los que estarán basados en un sistema de representaciones y en los actos que con ello se genera. Entonces, “Describir una cultura sería comprender la totalidad de las relaciones que se encuentran tejidas en ella, el conjunto de prácticas que expresan en ella las representaciones del mundo, de lo social o de lo sagrado.” (p. 14) Lo que en última instancia permitirá entender lo que es la cultura popular.
De esta forma Chartier se centra en la sociedad de antiguo régimen francés entre los siglos XV y XVIII, la cual creó distinciones y tensiones, oposiciones y comportamientos propios de su época; siendo una de ellas: la fiesta. Revitalizado el acontecimiento histórico el autor busca emplear modelos de comprensión los cuales intentan dar cuenta mediante el estudio de larga duración que con sus cambios y permanencias nos permitirá “(…) revelar, no solo las evoluciones a largo plazo de las inercias sociales y culturales, sino también las estructuras que constituyen una sociedad o una mentalidad colectiva.”(p. 19) Así la fiesta pasa a tomar un papel distinto, o más completo en el estudio histórico, traspasando el aspecto pintoresco y lo anecdótico; convirtiéndose “en gran reveladora de las compartimentaciones, tensiones y representaciones que atraviesan una sociedad.” (p. 20) Sin importar que se presenten enmascaradas o invertidas, la festividad, permitirán observar las reglas del funcionamiento social; donde la fiesta es una mezcla en la que se procura conciliar a los contrarios. Puesto que la ambigüedad en el término de fiesta representa oposiciones, tales como popular/oficial, rural/urbano, religiosa/laica, participación/espectáculo, etc., dan cuenta de ello; por lo que el autor delimita el concepto a “todas las manifestaciones que se toman por tales en la sociedad antigua, aunque haya elementos de lo festivo fuera de las fiestas.” (p. 21)
Chartier nos dice: “La fiesta es en efecto uno de los momentos principales en que se anudan, bajo la forma del compromiso o del conflicto, las relaciones entre una cultura llamada popular, o folclórica, y las culturas dominantes. La fiesta no es el único encuentro de ese tipo, pero sí es ejemplar.” (p. 20) Por ello la fiesta, es un espacio de sociabilidad en donde se imbrican dos dinámicas culturales que desde la Edad Media hasta la Revolución han tenido una serie de desviaciones que la han modificado:
1. Lo popular: representando la invención y la expresión de la cultura tradicional compartida por la mayoría, en la que:
a) “La fiesta es una de las formas sociales en que se pueden observar tanto la resistencia popular a las conminaciones normativas como la forma en que los modelos culturales dominantes afectan los comportamientos de la mayoría.” (p. 21)
b) La censura más antigua, dentro de este contexto, es la eclesiástica. Esa intromisión en la tradición que desemboca hasta la interdicción tiene como resultado la “rebeldía campesina frente a las presiones de los poderes y las convergencias que se establecen entre la voluntad cristianizadora de los clérigos y el proyecto de [vida en] policía de las costumbres que defienden los magistrados.”(p. 22) Por ejemplo, en la fiesta de Los Locos donde la inversión de la jerarquía eclesiástica era característico de esta festividad, lo que representó una fuerte condena del poder clerical, que a la larga triunfó con la desaparición de esta fiesta para finales del siglo XVI. (p. 24)
c) La apropiación de la fiesta popular, mutando a una fiesta urbana, “se convierte así en instrumento político que permite la afirmación de la ciudad ante el príncipe, la nobleza o las demás ciudades.” (p. 27) mediante el derroche.
d) La fiesta urbana tomo por ello otra connotación al ser oficializada, y quizá con el tiempo se vuelva más profana. Tal es el caso, por ejemplo, las fiestas de la Revolución que veremos más adelante.

2. Y, por otro lado, la cultura dominante: reflejada en la voluntad disciplinante y el proyecto pedagógico reflejado en ese acto, tanto por el poder civil como por el eclesiástico, en la que:

a) “(…), la fiesta ‘popular’ fue concebida muy pronto por las culturas dominadoras como un obstáculo importante para la afirmación de su hegemonía religiosa, ética o política. En consecuencia, ha sido el blanco de continuos esfuerzos por destruirla, podarla, disciplinarla o recuperarla.” (p. 20)
b) Para la Iglesia se persiguen un doble control de lo popular, dentro y fuera de la fiesta: 1) controlar el tiempo y 2) el control del los cuerpos. De no hacer esto la fiesta, “para los moralistas cristianos es la anticivilidad.” (p. 23) En el primer caso el tiempo debe estar consagrado a Dios por lo cual se busca controlar el día y la noche. Y en el segundo caso es controlar las danzas que distorsionan y las deforman el cuerpo incitando al pecado. Teniendo con ello el poder de erradicar festividades populares.
c) Aunado al poder clerical, se suma el poder de las autoridades municipales que adquiere fuerza sobre todo en las fiestas urbanas. Esto mediante el poder económico, ya que hacia 1400 y 1600 toman fuerza del financiamiento público. Imponiendo con ello los programas de las festividades, restando poder al clero.
d) “Esta intervención municipal obedece a una finalidad clara: expresar en el lenguaje de la fiesta una ideología, a la vez citadina y laica.” (p. 26) teniendo como fin la integración de una identidad urbana mediante la búsqueda de una historia prestigiosa –dentro de una sociedad jerarquizada-. Donde “De una situación a otra, la iniciativa popular se ha perdido y la fiesta se ha uniformizado.” (p. 29)
e) “Se ve en esto cómo una ideología política pudo modificar, sobredeterminar o transformar rituales antiguos para subvertir su significado.” (p. 27) a favor de su ideología unificadora. En cuyo caso, presenta también, la posibilidad de encontrar dos estrategias sociopolíticas que se enfrentaran abierta o veladamente para transformar la fiesta, según sus programas e instituciones, tal es caso en Romans (plebeyos vs notables). (Vid. pp. 33-34)

Esto representó en la fiesta una conformación de elementos propios y significativos dentro de la sociedad donde los modelos culturales dominantes afectaron el comportamiento de la mayoría. La búsqueda del disciplinamiento de la fiesta por los detentores del poder dio como resultado la invención de elementos festivos con las permanencias endémicas al lugar. Por tanto tenemos que “Los comportamientos festivos, en efecto, varían hasta el infinito, no se fundan en una autoridad eclesiástica, se arraigan en existencias comunitarias particulares.” (p. 23) que se adaptan a las imposiciones establecidas por la autoridad. Por ejemplo, en Lyon desaparece la participación o iniciativa populares; en la que un triple transformación se observa: a) borrándose las organizaciones populares que tenían por objetivo conducir la fiesta (abadías o cofradías), b) desaparecen las fiestas de la totalidad urbana donde la participación citadina era casi completa y c) la fiesta se otorga como una dádiva, sujetada a un mero espectáculo, y es así que se convierte en regla que buscó uniformizar a la comunidad. Tenemos que al quitar la esencia popular de la fiesta e imponer el programa “oficial”, esta se convirtió en una idealización elitista de pueblo guía. En consecuencia la nueva fiesta “oficial” buscó legitimar y poner en práctica un funcionamiento social nuevo, pues está será una fiesta regenerada o instaurada que romperá la evolución de la festividad. Reflejo de esto último serán las fiestas de la Revolución, donde: “La nueva fiesta deberá ser radicalmente distinta, patriótica, transparente y unánime.” (p. 30).
La etnología, por otro lado, ha tenido aportes al estudio de las festividades. Más allá de centrar su análisis en el valor simbólico de la fiesta mediante el carnaval o en buscar marcos generales de explicación que actúan en la festividad. Para Chartier la etnología, basada en un trabajo de fuentes históricas y fiestas hoy vivas, debe buscar centrar su estudio en las diferencias regionales y locales que dan cuenta de las formas y del significado de las prácticas carnavalescas dentro de sistemas culturales diversos. Esto último, bajo la festividad expresada en el carnaval y su efectividad ritual (redistribución alimentaria, juego de mascaras, justicia festiva, etc.), dentro o fuera del calendario carnavalesco.
Cosa distinta pasa con los historiadores que se dedican al estudio de la festividad –principalmente carnavalesca- en su carácter tradicional y las interdicciones del poder público o eclesiástico y su transformación a fiesta revolucionaria. En donde: “Con sus rituales, sus gestos, sus objetos, la fiesta es una gramática simbólica que permite enunciar, dándolo a entender o haciéndolo ver, un proyecto político.” (p. 32) que en ocasiones no solo una estrategia sociopolítica es la que se verá reflejada en las fiestas, sino dos. Lo cual, para Chartier, al seguir estas transformaciones la fiesta va evolucionando y complicándose su estudio.
Cosa distinta pasa al instaurarse la fiesta revolucionaria, la cual corta la evolución festiva del carnaval y por ende “(…), la fiesta de la revolución solo podía ser política y partidaria, reducida a la especificidad circunstancial de su esqueleto ideológico.” (p. 34) con lo que se oficializa el tiempo de la fiesta, por ejemplo, a una al año. Rarificada, de tal forma, la fiesta hace difusa la separación de la fiesta popular y la fiesta oficial, ya que se tiene, en muchas ocasiones, los mismos materiales festivos dentro de la fiesta revolucionaria. De esta forma, la fiesta tradicional es reformada, por no decir transformada o destruida, por la fiesta revolucionaria la cual rompe con la evolución y la complejidad de las fiestas carnavalescas e impone un proyecto pedagógico coherente a su ideología. En donde, en primer lugar, la fiesta revolucionaria pone el acento en su carácter fundador y en segundo lugar, “La fiesta revolucionaria es en efecto creativa, no porque sea capaz de sobrevivirle, sino porque es uno de los instrumentos principales de la sacralización de valores nuevos.” (p. 35) que serán aceptados por las sociedades en la que entre en contacto no por sus valores impuestos, sino por el valor intrínseco que refleja ante la sociedad necesarios para su desarrollo, por ejemplo, la familia, la patria y la humanidad. (Vid., p. 35-36).
A manera de conclusión, podemos ver que la fiesta en su carácter carnavalesco o fuera de él, presenta durante cuatro siglos de la historia francesa, elementos que permiten observar la complejidad festiva. Por un lado, al ser popular es atacada por las élites por ser considerada enemiga del orden, pero a la vez es un punto de tradición que legitima al pueblo o ciudad. Pero más allá de esto tratando, en la medida de lo posible, de aplicar lo realizado en este estudio por Chartier, será analizar la fiesta, descomponiendo sus factores (cultura popular-cultura oficial o dominante) y de lo que ello emana sea bajo el conflicto o el compromiso, más allá de inventarios de motivos festivos. A demás de sumar al análisis las particularidades, regionales o locales, de cada sociedad en las que se representa las formas y los significados de las prácticas carnavalescas.

Los simbolismos de la fiesta en el carnaval.

Por: Jorge Ulises Martínez Valencia.

La identidad de un pueblo es el desarrollo de un sentido de pertenencia por algo o alguien característico de la región. En el caso de las fiestas populares son un medio para que se desarrolle un sentido de apego a la comunidad, “la identidad es la expresión cultural de la pertenencia a un espacio por parte de personas, individuos y colectividades”.
Las fiestas en el antiguo régimen como eventos extraordinarios de la comunidad (capaz de unir a todos los que la componen: cofradías, sociedades, barrios, parroquias, jóvenes, ancianos, hombres, mujeres, etc. todos como igual), fueron un elemento muy importante de orgullo y sentimiento de pertenencia. Los pobladores buscaban en la fiesta una justificación para actividades y comportamientos que generalmente no llevarían a cabo y que reflejan el más profundo sentir de la comunidad.
“Las numerosas fiestas civiles y religiosas eran acontecimientos privilegiados a los que todos los capitalinos concurrían, al intervenir cada grupo étnico y cada sector social en celebraciones que eran también espectáculos en lo que las influencias e intercambios se dirigían ante todo a la vista y al oído.”
La identidad comunitaria que refleja la fiesta hace participes a los que no son por asociación, parte de la misma; como puede ser un observante extranjero que al ver la fiesta no puede comprender el profundo significado que posee para los pobladores, pero que siente la necesidad de ser partícipe de ésta, por lo cual se vuelve un participante superfluo que no obstante tiene la capacidad de reforzar el festejo.
La fiesta popular comunal, es por excelencia el ejemplo más claro del sincretismo, ya que muchas (si no es que todas) de estas fiestas, fueron intencionalmente creadas para facilitar la fusión de lo cristiano y lo pagano, de lo moderno y lo tradicional, de lo urbano y lo rural, de lo oral y lo audiovisual, de las culturas regionales con las culturas mundiales; con la finalidad de permitir una mejor y más rico intercambio entre todos los que componen la población.
El carnaval en el antiguo régimen era una de las fiestas más importantes del año, ya que los elementos y comportamientos que lo integraban eran totalmente extraordinarios y solo eran permitidos en aquella temporada, un momento del año en que la población que padecía ciertas restricciones podía desinhibirse y salir de la vida cotidiana y actuar como si no conociera el mañana.
El simbolismo del carnaval para la historia cultural es demasiado extenso y tratar de conocer su significado parece ser una tarea difícil debido a las múltiples interpretaciones que se generan según el lugar, el contexto histórico, entre otros; así como la capacidad de resguardar la trascendencia del simbolismo original de la fiesta (ya que la misma población generalmente no tenía el interés de plasmar sus vivencias).
El carnaval representaba un tiempo de liberación donde la intención del individuo era el simple festejo; la cuestión es saber que ritos hicieron del carnaval una fiesta única, que significados tenían las actividades en el carnaval, entre otras preguntas.
Peter Burke engloba al carnaval en tres temas: comida, sexo y violencia. Tales temas en un primer acercamiento son encasillados en el campo de los instintos que tenemos los humanos, esa parte primitiva que muchas veces (excepto por el instinto del hambre) queremos reprimir, por motivos personales o sociales, de manera voluntaria o involuntaria. Instintos por los cuales los humanos somos capaces de cometer actos extremos que nos llevarían a la decadencia, y que gracias a las fiestas, en este caso el carnaval son “saciados” de una manera “segura” dentro de los parámetros que el carnaval establece.
El carnaval es una fiesta enriquecida por una gran diversidad de elementos, en ella se expresan diferentes ritos, realizando una gran escenificación pública, Burke las divide en dos: los rasgos informales (bailes, canciones e instrumentos propios de la celebración, disfraces populares, animales, etc.) donde se pueden identificar por la poca organización que existe y la participación toda la población, se podría considerar la esencia de la festividad popular; en otro lado están los rasgos más formales ( procesión de carrozas, competencias deportivas, representaciones teatrales, etc.) donde la organización es controlada por clubes o fraternidades, aunque hay improvisación siempre se está coordinada, es una de las manifestaciones donde se presenta el carácter de la fiesta desde un sentido de competencia social y de fuerza de identidad. Cabe recordar que aunque se puedan enlistar los rasgos básicos del carnaval, el sentido del festejo no pone límites rígidos entre lo informal y lo formal y el gran escenario de la ciudad convive bajo estos elementos mezclados.
Los elementos disfrazados asumen un carácter simbólico muy fuerte en el carnaval, las mascaras son primordiales, sirven como un elemento seguridad (donde se oculta simbólicamente el individuo como tal y surge el personaje), el misterio de conocer quien esta atrás de la máscara es una constante que permitía a la población el participar en actividades que en una forma descubierta no hubieran podido realizar. Las mascaras eran empleadas tanto por clases populares como por la aristocracia; un ejemplo de ello eran las mujeres que en los carnavales de Venecia recurrían a la máscara para poder acercarse a los jóvenes.
“El tiempo de Carnaval está cargado de intenciones no solamente sociales, sino también psicológicas. El hecho fundamental de poder enmascarase le ha permitido al ser humano, hombre o mujer, cambiar de sexo. Inversiones de todas clases, “introyecciones”, proyecciones y otros hechos turbios, de los que nos hablan hoy los psicólogos y psicoanalistas…”
La figura del demonio, parte primordial del sequito del carnaval y muy recurrente en esta fecha, es tomada como ejemplo de excesos y desenfreno, representaba la figura de todo lo prohibido y fuera de las reglas. El bufón como el tonto, representando dos lados de la necedad; por un lado la necedad con razón que lo lleva a ser quien en algunos carnavales guía las festividades y la necedad sin motivo que lo lleva a ser blanco de los peores tratos por sus comportamientos. La figura de "Don Carnaval" tan importante en representación, engloba todo lo que significa el festejo: “hombre gordo, rubicundo, alegre, rodeado de comestibles, sentado en un barril o un caldero de macarrones, sexy, guapo, joven, vestido de gallinas o conejos“, una especie de Gargantúa. “Suspendidas las reglas de la cultura, los ejemplos a seguir eran los hombres salvajes, el bufón y “Carnaval”, quien representaba a la naturaleza o –dicho en términos freudianos- al subconsciente.”
Uno de los caracteres simbólicos más importantes, tanto por la sátira con la que se realiza, como por el simbolismo que lleva en sí, es la utilización de figuras que representen personajes importantes de la época, ya sea al principio del carnaval, donde se quema el mal humor, y al final donde muere y es sepultado Don Carnal, cada uno de estos eventos tiene una intencionalidad y de eso se aprovechó la población para de alguna forma matar a personajes impopulares tanto figuras de la literatura (principalmente Judas), como “personas de actualidad” (el Papa, Guy Fawkes, el cardenal Mazarino, etc.).
En fin la cantidad para demostrar el carácter simbólico del carnaval es muy grande, y existe la posibilidad de caer en errores o en supuestos que solo tendrían significados solo para el que interpreta y no para lo que fue hecho realmente.